lunes, 25 de junio de 2012

#38. Prometheus. Reseña de Henry Rothwell

Uno de los rasgos característicos de la crítica de ciencia-ficción escrita por los aficionados (o sea, nosotros) es la tendencia a tomar como valor supremo la coherencia argumental. Hay varias razones para ello: una es, por supuesto, el plus de plausibilidad interna que se le pide a una obra de CF, que es como el requisito de que una pista de esquí tenga nieve; si no hay nieve, empecemos por no subir a la montaña con los esquíes a cuestas. Esa plausibilidad no afecta solo al componente científico de la historia, sino que se extiende a la lectura de todo el texto y está en la base de la construcción mental de un mundo ficticio, frecuentemente mediante la plasmación e interpretación literal de lo que tradicionalmente consideraríamos metafórico.

Otra razón es que, a diferencia de lo que puede ocurrir en el mundo de la "alta literatura", en su reaccionar al flujo que recibe de productos mercantiles fabricados industrialmente, la ocupación principal del crítico (y del) aficionado es separar la comida de la basura, marcar una línea que separe con cierto éxito lo tolerable de lo inaceptable. Encontrar lo nutritivo dentro de lo tolerable, y luego lo perdurable dentro de lo nutritivo, es más una cuestión de decantación por el tiempo y por la "sabiduría colectiva", habida cuenta de que la elucidación de un nebuloso canon del género se basa menos en un corpus constructivo de análisis críticos que en lo que diga la mente colmena.

Esto último más en España que en EE.UU., claro, ya que aquí tales análisis son sencillamente inexistentes.

Y la herramienta básica para distinguir la basura de la comida es la coherencia argumental. Coherencia argumental del tipo siguiente:
So they land, after having found the alien spaceship by looking out of the window, and drive over to it in a secure looking all terrain vehicle, into which they could have all fitted comfortably. Instead of all fitting into it comfortably, however, two of them decide to ride over in space bikes, because if they hadn’t done so, there’s no way they could have got separated from the main party.
Es como quien mete una varilla en el depósito de aceite del coche y ve que no hay; pues tampoco hace falta perder el tiempo montándose. En la visión generalmente aceptada, no basta que el coche sea muy bonito y venga con tapicería de cuero; tiene que llegar de un punto A a un punto B sí o sí.

En un contexto académico, una metodología que describiera y valorara una obra literaria exclusivamente desde el punto de vista de la coherencia argumental sería quizás impensable, monstruosa. No solo porque se entiende que el argumento está, en general, subordinado a aspectos temáticos, estilísticos o de innovación técnica, sino por la constatación de que en ocasiones las cosas ocurren incongruentemente adrede. Dentro del posmodernismo, puede ser así por parodia, por "transgresión emancipatoria de las metanarrativas de la modernidad", como ejercicio con un mensaje metaficcional, o simplemente porque al autor le sale de las narices.

En cambio, esa metodología falsacionista existe, como vimos al enlazar a las videorreseñas de Mike Stoklasa, y con los blogs se está extendiendo. Digo "falsacionista" porque se basaría en que la incoherencia argumental por sí sola descalifica a una obra; pero la coherencia argumental no sirve para demostrar que es buena, claro, así que la calidad de la obra se puede falsar pero no se puede verificar.


Henry Rothwell (2012). Prometheus: an archaeological perspective (sort of). Digital Digging.net, blog, 6 de junio de 2012.


¡Y en un blog de arqueologia! :)

2 comentarios:

  1. Habrá que estudiar más arqueología. Yo comparto lo que aquí se dice, ocurre que la plausibilidad interna es común a toda literatura (incluso la posmoderna). Como bien dices es la nieve del esquí, la condición de posibilidad. Quizá en la CF pesa más que en otros territorios. Diría que en la CF pesa tanto que no es raro que se te descompense la historia y quede "demasiado informativa" , con poco espacio a la creatividad lectora (o sea, árida y poco empática). O que la complejidad informativa te obliga a huir de metáforas, analogías y recursos estilísticos en aras de la claridad. Por eso a mí me parece el género literario más exigente, para hacer una novela deliciosa, se precisa un gran talento de ensamblador. Un saberdosificar elementos. Muy difícil.

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  2. Ay, al releer veo que no se detecta que, si escribo de forma pedante, es en broma. Intentaré no hacerlo.

    Es un problema como dices, en una novela normal lees "Bajó al Mercadona a por un bote de pepinillos" sin parpadear; pero en la CF, si no adoptas la estrategia superficial de "Condujo su supercoche por la estratovía hasta llegar al céntrex laboral" puedes tener verdaderos problemas.

    Por ejemplo, al inicio de Fundación Gaal Dornick coge un ascensor que baja varios kilómetros hacia el interior de Trantor. La ciudad-planeta se alimenta de energía en parte aprovechando el gradiente geotérmico; este fue el punto exacto en el que la CF me enamoró, pero claro, yo ya sabía lo que era el gradiente geotérmico. ¿Cuál es la cantidad exacta de explicaciones que hay que poner para que no obstruyan la narración pero hagan que una persona que no supiera previamente el concepto pueda entender/disfrutar ese momento como yo lo hice?

    Y más difícil todavía es diseñar la obra de forma que el lector no solo entienda cómo el entorno de los personajes es distinto, o por qué eso hace que se comporten de forma distinta a la esperada (p.ej. que el lector pueda evaluar moralmente a un personaje por cómo se comporta en situaciones que no son análogas a las que conoce), sino que vea cómo la obra habla sobre nosotros. Eso sí que ya no está al alcance de casi nadie.

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